Die neunte Welle
Yo oía como Lena y su hijo charlaban sin esforzarse en hablar en voz baja. Los dos se rieron. Dado que compartíamos la veranda cubierta, pronto entablamos una conversación: vivían en Ulm, Lena trabjaba tres días por semana en el departamento de prensa de una editorial de periódicoy Bernhard era profesor de Historia en un Instituto. Raramente no habían mencionado a un niño. La segunda noche, en la que tomamos cerveza mexicana después de la cena, Lena dijo de sopetón; navidad en Irlanda, con eso ya soñaba cuando era niña, Yo también- añadió inmediatamente y la puso su mano en el brazo izquierdo en cual llevaba una docena de brazaletes delgados de plata que revelaban cada uno de sus movimientos. Aún por la misma tarde los había invitado a pasar navidad en Irlanda conmigo; su aseveración , visitarme sin duda, la extendía, como mi invitación, como nada más que su humor, nacido de un instante. En todo caso eso no me había sorprendido oír, nada más de los dos, aunque me había prometido notificar su visita temprano. Cuando el 21 de diciembre llamó a mi puerta, hubiera esperado a cualquier persona, en todo caso menos ella. Elna sujetaba la mano de un niño, de cinco o seis años que me miraba con los ojos grande. Se había cortado el pedo tupido y negro y se veía más dura que en Mexico más mayor. Y ahora también me llamaron la atención sus orejas: pequeñas, formadas perfectas y enrojecidas. Como si sudara. -o estaba nerviosa?- Dónde está Bernhard?- pregunté. - Esto es la cuestión del millión. Hola, para empezar.- Lena soltó el chico y extendió los dos brazos, pero se quedaba de pie como yo. La parte anterior de su vestido de lana largo estaba sembrado de chispas de barro. El coche de alquiler rojo había aparcado tan directamente detrás de mi coche como si quisiera impedirme partir. - Llega después?- A propósito este es Laurenz- dijo Lena, cerró las ojas por un momento y inclinó los brazos, - mi niño- El chico metió la mano en el bolsillo y ectendio si mano: el caramelo azul el que estaba atento, ya estaba derretido y lleno. Me lo tomé y me metí en la boca sin pensar. - Gracias, hola Laurenz. Y Bernhard? - Soy un pájaro en la jaula?- lo que superficialmente antes de que entró en mi casa con su hijo. En aquella noche en Palanque había relexionado por mucho tiempo, por qué había invitado a los dos: Lena dejaba creer que antes ella le había pasado algo de desgracia, una tragedia que no estaba asimilado. Yo tuve compasión de ella. Por esta razón los había invitado a ella y su marido aburrido a Irland. Esta compasión me había quitado a fondo en estos dos días que ellos vivieron en mi casa con su hijo.
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