La cama de campaña
de Napoleón
Para
ser exactos la historia empieza con el hecho de que no podía encontrar ningún
inicio. Estaba sentado en el escritorio y cavilaba, caminaba por las calles,
de nuevo empezaba a fumar cigarros con la esperenza, envuelto en humo así
en el humo, se me occuriría el inicio verdadero y en absoluto
necesario para mi historia. No servía para nada, no empezaba a
escribir, esa frase decisiva no me quería llegar por ningún motivo. Por la noche miraba desde la ventana y observaba a una mujer
en la casa de enfrente que allí se había mudado recientemente y que recibía sus visitas de hombres en el departamento bien
luminoso. También intenté escribir sobre esto: un hombre que
observa a una mujer de cual supone que sabía que él la observa.
Pero después de pocas páginas abandoné el trabajo de nuevo. Me fui
a un balneario en el Mar del Norte y caminé por la playa durante la
tormenta del abril, la cabeza rellena con el fragor del embate de las
olas, el chillar de las gavillotas y las quejas del dueño
del hotel cuyo único cliente era yo. Después de cuatro días huí de nuevo a mi escritorio. Me había comprado un progama de
ajedrez y jugué la prórroga los partidos del campionato mundial
pasado de Kasparow. Al cuarto día – todavía no había pasado de
jugar las jugadas de apertura de la primera partida – por la tarde
soño
el teléfono. El redactor de una revista me preguntó si no tenía
ganas de escribir sobre la papa: Connexión de Perú-Prusia. La papa
y la mentalidad alemana. Y por supuesto sobre aficiones personales
de la papa. Recetas. Se rió. Se
interesa por historias de la vida cotidiana. Entre once y doce
páginas, en este caso puede divagar.
Dije
que por el momento estaba profundizado en otro trabajo y por esto
no tenía ningún tiempo. En realidad estaba cavilando sobre una
variante de ajedrez que llevaba el nombre extraño
de “der Baum”. Después de la llamada intenté de nuevo concentrarme en la partida, pero me puse a pensar en mi tío. Es que
este tío llamado Heinz sabía distinguir a tipos de patatas e incluso también cuando ya estaban cocinadas o fritas. Al morir
después de días sin hablar había dicho algo extraño:
árbol rojo. Nadie sabía lo que podría haber pensado con esto. Mi
madre sospechó que era un tipo de patatas.
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